jueves, 4 de agosto de 2011

Líbido.

Sin esperar siquiera que los arreboles de pasión se adueñarán de sus mejillas, ambos, enamorados primerizos, experimentaban la máxima manifestación humana que refleja el placer y la espiritualidad en un mismo acto. Con miedo a que todo se volviese público, la cita fue rigurosamente planeada y estrictamente cumplida. Una primera vez siempre se toma con delicada importancia.
El momento se prestó a diversas interpretaciones. Tanto los instintos carnales, así como los sentimientos más puros, se hicieron presentes en un arrebato dignamente denominado como pasional. Los dos, deseándose unidos por toda una eternidad, un momento; con la esperanza puesta en el futuro, sin pensar en el mismo. Los instintos a flor de piel. Caricias que a cada instante subían un grado de intensidad a la pasión que desbordaban ambos cuerpos extasiados de placer, rebozando amor.
Al llegar al clímax de la situación, para así, llevar de la mano, a una situación de mucha promesa y reverencia, ambos amantes se detuvieron. Sin saber algún motivo o razón por lo que sucedía, comprendieron que no eran lo que pensaban. Se vieron a los ojos, esos ojos antes deseados, y no encontraron algo más que ver. Se dieron cuenta de la realidad, y aceptando su poca afinidad, emprendieron vuelo cada quien por su caminar. Sin embargo, y a pesar del pasar de años, los que llegaron a ser amantes cautivos en un deseo carnal, ingenua etiqueta en su experiencia dieron; pidiendo como deseo no volverse a ver jamás.

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